Por favor, lean estos pasajes antes.
Mis hermanas y hermanos,
En las lecturas de hoy celebramos la viña del Señor. La viña del Señor es la casa de Israel. La lectura del profeta Isaías y la del evangelio tratan de esta viña.
Para Isaías, la viña es mal porque produce uvas agrias. Para Jesús, la viña produce sus frutos, pero si, los obreros de la viña son mal. Siempre la viña del Señor, que es la casa de Israel, es querida por el Señor. Por el exilio de Israel, Dios limpió su casa porque Dios es misericordioso.
Las palabras de las dos lecturas son similares. Dios plantó un viñedo. Dios la excavó un lagar en el. Dios construyó o edificó una torre. La viña de Isaías y la de Jesús es la misma.
El heredero de la casa de Israel es el Hijo del Hombre. Vino para recibir su vendimia. Los viñadores le expulsaron de la viña y le mataron fuera de la ciudad. “Le echaron mano, le sacaron del viñedo y le mataron.”
La casa de Israel, que son los judíos, todavía son el pueblo que Dios siempre quería. Dios no se arrepiente de sus selecciones. Una vez querida, la viña del Señor, que es la casa de Israel, siempre es querida y amada.
La Iglesia de Cristo, edificada por la muerte y la resurrección de Cristo, se ha injertado a la viña de Israel. Nosotros con los judíos ahora nos hacemos la viña del Señor, que Dios quiere mucho por la obra salvífica de Cristo.
Demos gracias a los judíos por su fidelidad a su alianza con Dios. Demos gracias a Dios porque nos incluye en su viña, su casa que es Israel.
Dios siempre elige su propia casa, la viña del Señor. Pero, si, Dios avisó a los judíos para que se arrepentirán de sus pecados. Dios también nos avisa para que nos arrepintamos y para que sepamos que Dios nos quiere y ama.
La viña del Señor es la casa de Israel, la Iglesia de Cristo, y Dios nos quiere y ama siempre.