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El 3 de octubre: hebreos 2,9-11: Homilía

Por favor lean este pasaje antes de leer la homilía

Mis hermanos y hermanas,

En Adán todos nosotros hemos pecado; en Cristo todos nosotros hemos obedecido.  Dos hombres, dos que tienen la misma naturaleza humana.  Uno nos ha matado, y otro nos ha dado vida.  Por lo tanto, el universo entero fue sometido al hombre Jesús, el Cristo.

Antes de su muerte, Jesús en su naturaleza humana estaba inferior de los ángeles.  Por haber sufrido la muerte, ahora Cristo, en su naturaleza humana, está coronada de gloria y honor sobre todos los ángeles y todos los demás hombres y mujeres.

En Adán, por su naturaleza humana, todos nosotros compartimos en el pecado de este primer hombre.  En Cristo, por su naturaleza humana coronada y honrado, compartimos la naturaleza divina y la vida eterna de este segundo hombre.

Dios en Jesús ha unido su naturaleza divina con nuestra naturaleza humana.  Porque él comparte nuestra naturaleza con nosotros, nosotros compartimos su naturaleza divina con él.  Por eso, Dios es nuestro Padre, Jesús es nuestro hermano y nosotros somos las hermanas y los hermanos de Cristo.

Jesús por su encarnación, tiene la misma naturaleza, la misma condición humana, con nosotros.  Las Escrituras dicen que el santificador y los santificados tienen la misma condición humana.  Por eso, no se avergüenza de llamar hermanos a los hombres.  Jesucristo es nuestro hermano, y comparte con nosotros nuestra naturaleza y condición humana.

Cristo por su naturaleza divina y su naturaleza humana se hizo el santificador de nosotros humanos.  Necesita tener en nuestra condición, en nuestra naturaleza, para hacerse nuestro santificador.  Las Escrituras dicen que el santificador necesita tener la misma naturaleza que los santificados.  Si los santificados son humanos; también necesita Cristo, el santificador, tener nuestra naturaleza humana.  La perfección de Cristo nos hace perfectos.

Porque Jesús es hombre y tiene nuestra naturaleza, puede recibir nuestras peticiones e interceder por nosotros.  Nuestro intercesor es uno de nosotros y uno con el Padre.  Nuestro intercesor tiene la naturaleza de Dios y también Jesús nos da su misma gloria y honor por su resurrección. naturaleza.  Nadie puede interceder por nosotros como el Señor Jesucristo. Nadie que es santo, aunque el santísimo o la santísima, puede sustituir por Cristo en intercediendo por nosotros; sólo los demás, los santos, pueden rezar por nosotros por medio de Cristo, nuestro Señor.

Adoramos a Cristo como Dios, y adoramos a su Padre por la naturaleza humana de Cristo.  Todas nuestras oraciones empiezan con Cristo y se hacen a la perfección por Cristo, nuestro hermano.  Nadie santo y nadie santa puede igualar la obra o el poder de Cristo para salvarnos.

En el primer Adán nosotros pecamos y morimos; en el hombre Cristo obedecimos a Dios y vivimos.  Gracias a Jesús nuestro Señor y nuestro hermano.