(Por favor lean este pasaje antes)
Mis hermanos y hermanas,
El domingo pasado mi familia tuvo una reunión virtual. Mi sobrino, al que descubrimos hace un año asistió. Él es hijo de mi hermano. A mi sobrino, al nacer, su madre, lo apartó de mi hermano y mi hermano nunca vio a su hijo antes de que él muriera.
Otra de mis hermanas, ella y su esposo adoptaron a otro de mis sobrinos poco después de su nacimiento y después de mucho tiempo este sobrino buscó y encontró a su madre de nacimiento.
Los niños adoptados muchas veces quieren encontrar a su familia. Tienen muchas lagunas en su vida porque no conocieron a sus padres de sangre y sus hermanos. Sus padres que los adoptaron los aman y quieren pero muchas ellos veces necesitan saber que sus padres de sangre también los amen y quieren. Los niños adoptados quieren saber muchos detalles de la historia de su familia de nacimiento.
Somos niños de Dios porque Dios nos hizo sus hijos. No necesitamos satisfacer el deseo de saber sobre nuestra historia. No hay intervalos en nuestra historia de la vida de Dios porque siempre Dios está con nosotros y nos ama. Dios no nos abandona, no nos repudia, no nos regala a otros para que los otros puedan criarnos. Dios siempre nos quiere, siempre está presente siempre en nosotros.
Dios nos ha hecho sus niños. Por esta razón, Dios nos llama a ser santos. En efecto somos santos porque somos niños de Dios. Debemos imitar a Dios, nuestro Padre. Debemos ser santos porque Dios es santo.
Unos santos están en cielo en la gloria de Dios, pero mucho más somos santos aquí en la tierra. Todos los niños de Dios debemos ser santos porque Dios mismo es santo. No podemos escaparnos de esta obligación de ser santos.
Esta solemnidad es nuestra fiesta, la fiesta de todos los santos, de los que están en el cielos y de los nos que todavía estamos en la tierra.