Por favor, lean este pasaje antes de la homilía.
Hermanas y Hermanos,
“¿Cuál es el primero de todos mandamientos?” El pueblo judío de la antigüedad solía discutir esta cuestión con bastante frecuencia. El escriba era sincero de corazón. El primer mandamiento, ¿era acerca del templo, o del rey, o de nuestro prójimo, o de Dios?
Jesús le respondió que el primero mandamiento es que amemos al Señor y, luego, a nuestro prójimo como a nos mismos. Amor es el primero de los demás mandamientos. Si no amamos a aquellos a quienes podemos ver, no podemos amar a Dios a quien no podemos ver.
Entonces, ¿Podemos hacer cualquier que deseamos tal vez de que amemos a Dios? No, porque nuestro amor para Dios no es un amor abstracto, sino, necesita ser concreto. Los israelitas debieron ritualizar su amor y su fe en el templo o en sus sacrificios y después de eso hacer su amor y fe en su vida ordinaria en sus familias y comunidades. Del mismo modo nosotros, también, debemos ritualizar nuestro amor y fe en la Iglesia y, después, en nuestras casas, en nuestas calles, y en nuestras comunidades hacer nuestro amor y fe en nuestra actualidad.
En la misa rezamos por toda la creación y por todas las personas. Rezamos por “el Papa, los obispos, presbíteros y diáconos y los fieles cercanos y lejanos, y todos los demás hombres que buscan el Señor con sincero corazón.” Para amar a los demás hombres, también necesitamos amar nuestros enemigos. Debemos ritualizar nuestro amor rezando por la gente en la misa y ayudándolos en nuestro hogar, en nuestras calles y en nuestras comunidades. Nuestra nación debe mostrar nuestro amor recibiendo a los migrantes, nutriendo a las pobres gentes, defendiendo a los oprimidos.
Celebramos con rituales familiares los eventos importantes de nuestra comunidad. Celebramos nacimientos y sus aniversarios, el bautismo, los primeros días de escuela, graduaciones, el cuatro de julio y al Día de Acción de Gracias. Debemos celebrar nuestro amor para Dios y para nuestros vecinos en la misa y en nuestra vida diaria.
Debemos celebrar y ritualizar nuestro patriotismo, por ejemplo, votando en las elecciones de este martes. Salimos a celebrar nuestra ayuda por los necesitados dando limosnas. Ritualizamos y celebramos nuestras relaciones perdonando a amigos y familias.
El primer mandamiento es que amemos a Dios y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.