El 10 de abril 2022: (Philippians 2:6-11)

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(Por favor lean este pasaje antes)

Mis hermanas y hermanos,

Cristo es Dios.  Pero si, Cristo no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina.  Por el contrario, se anonadó a sí mismo tomando la condición de siervo.

El domingo pasado, el 3 de abril, los ciudadanos de Xenia celebraron el cuarenta y ochavo aniversario del tornado de 1974 que destruyó muchas partes de su cuidad.  La parroquia también se destruyó.

Una vez después, un trabajador usaba una bulldozer para remover et residuo de la iglesia.  Yo vi encime de un montón de residuo el tabernáculo y quise rescatarlo.  El trabajador cuidosamente movía con su bulldozer el residuo hasta cuando con seguridad yo pude recuperar el tabernáculo.  El poder de la bulldozer se mostró por esta acción frágil y pequeña más que por acciones grandes.

Así es con Dios.  Su poder todopoderoso se muestra en acciones pequeñas.  Dios no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina.  Por el contrario, se anonadó a sí mismo tomando la condición de siervo.

Cristo, nuestro Dios, no se exaltó sobre todas las cosas, pero si, aceptó la muerte.  Cristo en su vida y muerte se hizo pe   queño a sí mismo.  Cristo en su vida y muerte tenía la fragilidad misma que tenemos.

La Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo en esta tierra, tiene el poder de Cristo resucitado de los muertos.  Pero si, la Iglesia no considera que debe aferrarse a sus prerrogativas cristianas, pero si, como Cristo en su vida entre nosotros, vive en la fragilidad de nuestra condición.  Como Cristo, la Iglesia está entre nosotros no para servirse, pero si, para servir a los demás.  El poder de la Iglesia es en la humildad de una bulldozer en su fragilidad.

Nosotros, también, que somos bautizados en el poder de Cristo, vivimos en la fragilidad de nuestra condición humana.

Con Cristo en su vida y muerte, debemos considerar que no debemos aferrarnos a nuestra condición cristiana, sino que, por el contrario, debemos anonadarnos tomando la condición de siervo para la gloria de Dios Padre y para la salvación de los demás.