Por favor, lean este pasaje antes de la homilía.
Hermanas y Hermanos,
¿Quién es la viuda, la que ha echado todo lo que tenía para vivir? ¿Resulta interesante saber el nombre de la persona tan generosa?
Sabemos este nombre de esta persona tan generosa, la que gustosamente daría su camisa de espalda a alguien que la necesita. Es Cristo mismo quien se acerca a la alcancía para echar todo lo que tenía para vivir. Los evangelios nos revelan a Jesús, a veces abiertamente, a veces disfrazado. Nadie más puede decir, “Tanto he amado que yo di toda mi vida por los demás.”
La razón porque no damos generosamente a los demás es que somos ricos: Podemos permitirnos dar algo, pero nos resistimos a darlo todo.
Un cerdo y una gallina discutían que desayunar. La gallina sugirió tocino y huevos. El cerdo contestó, “No, gracias, para ti es una contribución, pero para me es un compromiso.”
Nos deleitamos con el banquete de la Eucaristía. Comemos y bebemos al Señor en su totalidad. ¿Cómo nos atrevemos a hacer esto si no damos nuestra totalidad a los demás en su hambre y sed?
La Campaña para el Desarrollo Humano ayuda a sacar a las personas de la pobreza. Regalar arboles nos desafía a compartir nuestras vidas con los demás este invierno. Grupos que recolectan juguetes, sombreros, guantes, abrigos, y muchas otras cosas para los necesitados nos desafían a dar a otros como Cristo nos ha dado.
Tenemos un dicho en las Escrituras (2 Cor 8,9) que dice “Por su pobreza Cristo nos he enriquecido a nosotros.” Tal vez, sólo siendo pobres podemos enriquecer a los demás. Tal vez, nuestra riqueza declara nuestra pobreza cuando no podemos renunciar nuestra riqueza para ganar la riqueza verdadera. Es al desprendernos de nuestra riqueza y volvernos pobres que podamos enriquecer a los demás.
Cristo es la viuda. Lo vemos acercarse a la alcancía y echando todo lo que tiene para vivir. Como la viuda, es invisible y podemos ignorarlo. Veámoslo; dejémonos impresionar por él; e imitémoslo.