Por favor, lean este pasaje antes.
Mis hermanas y hermanos,
Una vez en la historia de la Iglesia, existían los Padres del Desierto. Eran los que preferían vivir en el desierto más que en las ciudades. Una vez, el anciano y venerable Abad Negro se mandó corregir a un hermano que estaba errando. Llenó su cubo que tenía fugas de arena y lo llevó el mismo a este hermano. Los demás monjes le dijeron que su cubo tenia fugas y él contestó que se había mandado para corregir a su hermano cuando él mismo no había revisado que lleva su cubo que tiene fugas.
Primero ve a reconciliarse con tu hermano o hermana con quien hay desacuerdo. Hazlo sin gran anuncio a los demás.
Si falta ese, lleva contigo dos o tres testigos de confianza. Ultima vez tráelo a la comunidad de la Iglesia.
Si no hace caso, aparate de él como de un pagano o de un publicano para (que) traer a su hermano o hermana al arrepentimiento y reunirle a la comunidad. Recuerda que es sólo en la comunidad donde hay fuerza y que aparte de la comunidad hay gran peligro.
¿Cómo hacemos con un pagano o publicano? Jesús comía y bebía con ellos. Jesús hablaba con ellos y los escuchaba. Jesús nos enfrenta a hacer lo mismo con nuestros hermanos que pecan o están en un error.
Compartimos el poder de atar y desatar como los apóstoles. Atamos a los otros a Cristo y los desatamos de su pecado y de su separación de Cristo.
Cuando trabajamos para unir a los demás, cuando nos enforzamos a destruir las paredes entre los demás, hacemos el trabajo de Jesús y nosotros somos los dos o tres o más juntos y, entonces, Jesús está con nosotros.
Necesitamos hacer este sin arrogancia u orgullo porque todos llevamos detrás de nosotros nuestros cubos que tiene fugas de nuestros pecados.