Por favor, lean este pasaje antes de la homilía.
Hermanas y Hermanos,
Muchos granos se hacen un pan; muchas uvas se hacen un vino. Muchos comemos y muchos bebemos, pero único es el cuerpo y la sangre de Cristo. Muchos nos alimentamos el único pan y muchos bebemos eso un vino, pero los muchos nos hacemos uno en la una cena del Señor. No hay lugar del individualismo en Cristo.
Nosotros, a quienes el Señor ha alimentado con la cena de su cuerpo y sangre, debemos alimentar a los demás. Comemos la única cena para poder compartir con los hambrientos esta cena. Los sacramentos de la Iglesia son para todos los habitantes del mundo. La comida de nuestras mesas es igualmente para todos los habitantes del mundo.
Si nos deleitamos en el banquete con la cena del Señor, debemos compartir nuestra cena con las demás personas necesitadas. Los que cenamos con el Señor debemos cenar también con los pobres de nuestra comunidad y del mundo.
Nosotros hemos escuchado al Padre y hemos venido a Jesús su Hijo. Los demás pueblos del mundo también necesitan escuchar al Padre y llegar a Cristo. Única es la humanidad del mundo. Lo que tenemos, tenemos que compartir con los demás. Por tanto, tenemos que compartir nuestra Eucaristía y nuestras mesas con todo el mundo. Nuestro Señor ha dado su carne para que el mundo tenga vida.
Muchos granos, un pan; muchas uvas, un cáliz. Muchos hombres, una humanidad. Toda la vida divina es en Jesús, y toda la vida humana también es en el mismo Jesús. Lo que celebramos en la misa es lo que tenemos que compartir en las calles y lugares del mundo. Todo el pan de Cristo, el de la Eucaristía y el de los campos es para todos los hombres del mundo.