El 11 de diciembre 2022 (Mateo 11:2-11)

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Mis hermanas y hermanos,

Juan el Bautista comenzó a predicar en el desierto de Judea y acudían a oírlo los habitantes de Jerusalén y toda la región.  Se arrestó porque las autoridades no querían su mensaje.  Bautizó a Jesús y Jesús comenzó predicando el mismo mensaje que Juan.

Juan fue como fuego, rasgando por las espinas.   Juan se alimentaba de saltamontes y miel silvestre; usaba cada día una túnica de pelo de camello.  No temía llamar a los hipócritas, raza de víboras.  Era duro.

Pero si, Jesús se hizo diferentemente.  Cenaba con pecadores y también con los ricos.  Sanaba a los enfermos y predicaba la misericordia de Dios.

Juan se encontraba en la cárcel, habiendo oído hablar de las obras de Cristo.  “¿Podía Jesús, su protegido, ser el que había de venir porque se hizo más diferente que Juan?”  Juan necesitaba saberlo.  Se ha dado su vida y proclamaba un evangelio duro.  ¿Había venido en vano?  Entonces, mandó a dos discípulos a Jesús para encontrarlo.

La respuesta de Jesús era concisa y, tal vez, confusa.  Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio.  ¿no es esta la visión de Isaías el profeta en capitulo treinta cinco de su libro?

No debemos culpar a Juan por su duda.  Vivió al borde de cambio.  Lo viejo estaba cambiando al nuevo.  Juan era el líder del inicio del reino, pero debía cederse al que podía cumplir el reino.  Juan y sus discípulos debían cederse a Jesús, sus discípulos y sus seguidores.

Jesús validó el ministerio y trabajo de Juan y también valida la vida y ministerio de cada nosotros.

Las sagradas Escrituras nos invitan para que reflexionemos cómo los ciegos, los sordos los cojos y los muertos se hicieron vivos y sanados porque el Señor ha hecho maravillas por nosotros.