El 11 de febrero 2024 (Marco 1:40-45)

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Por favor, lean este pasaje antes. 

Mis hermanas y hermanos  

Un leproso se acercó a Jesús.  Jesús lo tocó y inmediatamente lo limpió de la lepra.   Tocando al leproso, Jesús se hizo sucio y no podían entrar en cuidades abiertamente.  Teniendo lepra en aquellos tiempos era como teniendo COVID hace tres años cuando los afligidos tenían que aislarse y los demás necesitamos llevar mascarillas.

Conquistamos la lepra y COVID es contuvo un poco mejor.  Pero si, hay muchos que sufren.  El mundo todavía necesita que Jesús llegue para tocar nuestra mugre y postema de los que sufren por todo el mundo para sanarlos.

Como Jesús, somos hijos e hijas de Dios.  Heredamos su misión de misericordia.  Si nuestros indígenas necesitan liberarse de su extrema pobreza; si los afroamericanos necesitan liberarse de los efectos negativos de la discriminación de las leyes llamadas Jim Crow; si los que sufren por los negativos efectos de la guerra o de la violencia, nos llamamos como hijos e hijas de Dios, para tocar a los afligidos y sanar a las heridas y confortemos a los enfermos.

La cuaresma se inicia miércoles.  Es tiempo para renovar nuestra bautismal dedicación a Cristo.  Necesitamos tocar a quienes los demás consideran no limpios.  Necesitamos soltar las cadenas que encadenan a los pobres y desfavorecidos a sus enfermedades y estándar de terrible vida.  Nuestro ayuno cuaresmal debe ayudar a los demás.

Durante la cuaresma, ¿que haremos para librar a los que son encadenados, para sanarlos a los destrozados, para perdonar heridas, y para promover la justicia, seguridad y honor?  Esta cuaresma es el don de Dios.  Somos hijos e hijas de Dios; somos hermanos de Cristo: ¿Cómo podemos llevar la presencia de Jesús a los demás en este tiempo de gracia?