Por favor, lean este pasaje antes.
Mis hermanas y hermanos
Un leproso se acercó a Jesús. Jesús lo tocó y inmediatamente lo limpió de la lepra. Tocando al leproso, Jesús se hizo sucio y no podían entrar en cuidades abiertamente. Teniendo lepra en aquellos tiempos era como teniendo COVID hace tres años cuando los afligidos tenían que aislarse y los demás necesitamos llevar mascarillas.
Conquistamos la lepra y COVID es contuvo un poco mejor. Pero si, hay muchos que sufren. El mundo todavía necesita que Jesús llegue para tocar nuestra mugre y postema de los que sufren por todo el mundo para sanarlos.
Como Jesús, somos hijos e hijas de Dios. Heredamos su misión de misericordia. Si nuestros indígenas necesitan liberarse de su extrema pobreza; si los afroamericanos necesitan liberarse de los efectos negativos de la discriminación de las leyes llamadas Jim Crow; si los que sufren por los negativos efectos de la guerra o de la violencia, nos llamamos como hijos e hijas de Dios, para tocar a los afligidos y sanar a las heridas y confortemos a los enfermos.
La cuaresma se inicia miércoles. Es tiempo para renovar nuestra bautismal dedicación a Cristo. Necesitamos tocar a quienes los demás consideran no limpios. Necesitamos soltar las cadenas que encadenan a los pobres y desfavorecidos a sus enfermedades y estándar de terrible vida. Nuestro ayuno cuaresmal debe ayudar a los demás.
Durante la cuaresma, ¿que haremos para librar a los que son encadenados, para sanarlos a los destrozados, para perdonar heridas, y para promover la justicia, seguridad y honor? Esta cuaresma es el don de Dios. Somos hijos e hijas de Dios; somos hermanos de Cristo: ¿Cómo podemos llevar la presencia de Jesús a los demás en este tiempo de gracia?