El 11 de junio 2023(Juan 6,51-58)

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Por favor, lean este pasaje antes. 

Mis hermanas y hermanos,

Hoy celebramos la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo.  La fiesta recuerda el maná del éxodo.  La fiesta celebra también el cuerpo y la sangre de Cristo bajo las formas del pan y vino.

Jesús habla acerca de comer su carne y de beber su sangre.  Nos manda que comamos su carne y bebamos su

Sangre.  No habla acerca de comer su carne como caníbales, pero si, habla acerca de comer su carne y sangre verdadera y realmente.  Comemos y bebemos verdadera y sacramentalmente, debajo de los signos del pan y el vino.  Por cierto, sacramentalmente se dice “por signos”.

Podemos comer su carne y beber su sangre porque Cristo tiene carne y sangre: un cuerpo humano como nuestros cuerpos.  Comparte su verdadero cuerpo y su verdadera sangre con nosotros.  Lo comparte porque comparte con nosotros nuestra humanidad y también porque nos da su cuerpo y su sangre como comida y bebida.

Unas culturas comen la sangre al sacrificar hombres y animales.  Creen que así comparten de la fuerza y el poder de sus víctimas.   Cuando comemos y bebemos el cuerpo y la sangre de Cristo, compartimos su triunfo sobre el pecado y la muerte.   El beber y el comer es como viviremos por siempre.

Hay una sorpresa aquí.  Si comemos y bebemos, necesitamos compartirnos con los demás.  Cuando nos hacemos más como Cristo, debemos conducirnos más como Cristo.  Cristo nos ha dado su cuerpo y su sangre, muriendo y resucitando por nosotros, y nosotros debemos dar a los demás nuestro cuerpo y nuestra sangre en la misma manera, porque Cristo ha bendecido nuestros cuerpos en su propio cuerpo y sangre.

Fácil es recibir la comunión; difícil es dar o compartir esta comunión.  Cuando recibimos, ingerimos a Cristo; cuando compartimos, dejamos que el cuerpo de Cristo, junto con nuestro cuerpo, salga a otro.

Nosotros somos el cuerpo de Cristo.  Nosotros, que somos el cuerpo de Cristo, recibimos el cuerpo de Cristo y nos hacemos más el cuerpo de Cristo.

En la misa, oímos, “Hagan esto en conmemoración mía,” es decir, “Dé su cuerpo y sangre a los demás para su fiesta verdadera y sacramentalmente.”  Necesitamos hacer que nuestros cuerpos, nuestros seres, nuestras vidas se hacen lo que es necesitad para que los demás puedan vivir.  Así como en nuestro día nos vamos de la mesa a nuestro trabajo, así la mesa eucarística debe conducirnos a ayudar a los demás en sus necesitades.

Cristo comparte con nosotros su cuerpo y sangre; debemos compartir nuestros cuerpos y sangre con los demás.