El 12 de diciembre: filipenses 4,4-7: homilía

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(por favor lean este pasaje antes)

Mis hermanos y mis hermanas,

Hoy celebramos el tercer domingo de Adviento.  San Pablo dice que necesitamos estar alegres siempre.  Vivimos en tiempos difíciles.  Muchos hombres no pueden trabajar; muchos están enfermos, la economía no está buena.  Si miramos a las dificultades sólo, estaremos tristes; si miramos a Dios, podemos estar alegres.

En 1531 [mil quinientos treinta y uno], en México, había muchas ominosas señales para los indígenas de México: terremotos, guerras, eclipses.  El 12 de diciembre de este año, también había una luna llena y el solsticio invernal.  Desastres después desastres, catástrofes después catástrofes, se hicieron a los indígenas de México en este año.  Los guerreros morían en batalla y sus dioses enojaban y se derrotaron.  Los indígenas conocían estas señales malas de la tierra y de los cielos.  ¿Cómo podían los indígenas alegrarse en estas circunstancias?

En este año el día del solsticio invernal con su luna llena, el 12 de diciembre, el Señor, nuestro Dios, mandó a la Madre de Cristo a sus pueblos indígenas.  Se llevaba las ropas de una reina azteca y hablaba el idioma de los indígenas.  En el día y en la hora de tinieblas para los indígenas, el Señor, nuestro Dios, reveló los tesoros de su misericordia y gracia por los indígenas de México.

 En los diez años después de la aparición de la Virgen de Guadalupe, muchos indígenas de México se convirtieron a la fe cristiana y esta gente podía alegrarse en el Señor.

En nuestros días hay muchas dificultades políticas, economías, religiosas, y personales.  San Pablo nos dice que necesitamos alegrarnos porque el Señor está cerca.  Necesitamos tener la misma fe de los indígenas de 1531 y de los filipenses del día de San Pablo.  Conocimos el verdadero Dios que nunca moriré y que no enojaré siempre porque nuestro Dios es todopoderoso, eterno, compasivo, y amoroso.  Podemos alegrarnos en el Señor, nuestro Dios siempre.

El Señor, nuestro Dios está cerca, más está aquí, con nosotros.  Podemos presentar nuestras peticiones y súplicas a Dios, llenos de fe y gratitud.  Nos alegremos siempre en el Señor.