(Por favor lean este pasaje antes)
Mis hermanas y hermanos,
El domingo pasado hablaba de lo que no necesitamos temer la muerte y una condena al inferno después de nuestra muerte. Hoy hablo otra vez del perdón de pecados por la muerte y la resurrección de Cristo.
Si no hay resurrección de los muertos, hay cinco consecuencias: (1) Cristo no resucitó de entre los muertos; (2) La predicación de Pablo de la resurrección es en vano; (3) La fe de los corintios es sin sentido y aún son pecadores; (4) los muertos perecieron; y (5) Dios es mentiroso.
Necesitamos recordar dos cosas, que Cristo murió por nuestros pecados y que el tercer día resucitó de entre los muertos para remover de nosotros nuestros pecados. Necesitamos creer la resurrección de Cristo más que la muerte de Cristo; necesitamos creer que Cristo resucitó para destruir nuestros pecados.
San Pablo recalca y pone énfasis en la resurrección de Cristo. Si Cristo no resucitó, nuestros pecados no se han perdonado, aún estamos en nuestros pecados y todavía somos los más miserables pecadores de todos. Pero, si Cristo resucitó de entre los muertos, somos libres de pecado y protegidos de tota perturbación. Si Cristo resucitó de entre los muertos, Dios es verdaderamente verdadero. Si Cristo resucitó de entre los muertos, nuestros antepasados viven con Cristo en la gloria de su resurrección.
Si Cristo resucitó, nuestros pecados se han perdonado, no somos miserables pecadores, pero si, verdaderamente somos el pueblo de Dios, creado por Dios, redimido por la resurrección de Cristo, y santificado por el Espíritu Santo.
Por la creación de Dios, tenemos la dignidad de ser humanos y por la resurrección de Cristo, tenemos la mayor dignidad de ser hijos de Dios. No necesitamos despreciarnos, tenemos la gracia de Dios. Somos hijos de Dios, príncipes en el reino de Cristo y santos de Dios. Todo esto es a causa de la resurrección de Cristo. Ahora no hay temor de pecado ni tampoco la condena porque somos hijos queridos de Dios, y todo este es por la resurrección de Jesucristo.