(Por favor lean este pasaje antes)
Mis hermanos y hermanas,
La misericordia y el amor de Dios son muy grandes. Cuando nosotros estábamos muertos por nuestros pecados, Dios nos dio la vida con Cristo y en Cristo. Dios es rico en misericordia. Dios nos eligió a ser su pueblo antes de que le conociéramos. Dios vino a nosotros antes de que nosotros pudiéramos ir a Dios. Dios tomó la iniciativa a venir a nosotros. Dios nos encontró antes de que nosotros lo encontramos a Dios.
El amor de Dios es como el amor de nuestros padres. Nuestros padres nos amaban antes de que pudiéramos amarlos. Aunque nosotros no pudiéramos amarlos per ser muy pequeños, poco a poca con su ejemplo, nosotros aprendimos a amarlos. En su amor por nosotros nos enseñaron a amar a los demás. Amamos a nuestros padres porque ellos primero nos amaron. Nosotros amamos a Dios porque Dios primero nos ama.
En el desierto, Moisés levantó la serpiente de bronce para que todos los israelitas que fueran mordidos por una serpiente pudieran mirarla y quedaban curados.
El profeta primero anunciaba al pueblo sus pecados. Entonces después anunciaba la salvación del pueblo por Ciro, el rey de Persia. Cuando y porque no hubo un protector, Dios los salvé del peligro.
Nuestro Señor Jesús fue levantado para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
Siempre Dios no nos espera, pero primero viene a nosotros. Dios siempre toma la iniciativa para venir por nosotros y salvarnos.
El amor y la misericordia de Dios son generosos: Dios nos los dio gratuitamente. Ne necesitamos suplicarle de Dios. En efecto, hemos sido salvados por la gracia, mediante la fe; y esto no se debe a nosotros mismos, sino que es un don de Dios. Dios es rico en misericordia y nosotros somos nada en nuestras obras. No merecemos nada porque no tenemos nada excepto lo que Dios nos da. Dios nos lo da lo que necesitamos para que podamos recibir más que Dios quiere darnos, la vida eterna.