el 18 de julio, 2 efesios 2,13-18: Homilía

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 (Por favor lean este pasaje antes)

El 18 de julio, el decimosexto domingo del tiempo ordinario

Mis hermanos y hermanas,

En la segunda lectura de hoy, San Pablo habló de la separación, de las paredes, de la unidad y de la paz.

Sin Cristo no tenemos ninguna unidad ni paz: todo es confusión, odio, separación, muerte, y lejanía.

Sin Cristo, edificamos las paredes, las cerraduras y las divisiones.  Edificamos paredes, las físicas, como entre los Estados Unidos y México; las sociales, como los racistas y políticas; las personales, como entre nosotros no hay paz; las financieras, como los ricos contra los pobres y los obreros y los empresarios; y las espirituales, como los que se llaman “santos” contra los que los llaman pecadores.  Todo este es lo que hacemos sin Cristo.

Pero Cristo ha venido para destruir todas estas paredes.  El abrazo de Cristo es para todos, sin excepción.  Cristo abraza a todos, a los blancos y a los mestizos, a los ricos y a los pobres, a los ciudadanos y a los no ciudadanos; a los que pueden hablar inglés y a los que hablan español; a los demócratas y a los republicanos, a los cristianos y a los no cristianos.  Para Cristo no hay ninguna barrera por que Cristo recibe a todos, sin distinciones.

En su cuerpo, por su cruz y su muerte, Cristo ha destruido las distinciones, las barreras, las separaciones, las divisiones y la lejanía que separan a unos a los otros.

Entonces, ustedes que están lejos de Cristo están cerca de Cristo en virtud de la sangre de Cristo.  Cristo es nuestra paz que destruyó el odio y sustituyó su amor y su paz.  Cristo ha creado en sí mismo a los separados un solo hombre nuevo, estableciendo la paz y amor en su vida.

No hay ningún extranjero por alejado de Cristo y Dios porque en Cristo todos somos unidos a Dios.  Así, unos y otros podemos acercarnos al Padre, por la acción de un mismo Espíritu Santo.