El 19 de junio 2022 (1 corintios 11:23-26)

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Por favor, lean este pasaje antes.

Mis hermanas y hermanos,

En los capítulos diez a catorce de la primera carta a los corintios, San Pablo estaba enseñando a los corintio (y también a nosotros) las verdades de Cristo. Unas instrucciones eran de la verdad del cuerpo de Cristo. 

Una parte de esta instrucción era de la última cena del Señor. Sabemos esta parte. Jesús tomó el pan y el cáliz, diciendo “Esto es mi cuerpo y este es el cáliz de mi sangre.” ¿Por qué quería San Pablo enseñarnos que el pan y el vino era verdaderamente el cuerpo y la sangre de Cristo? Porque los corintios estaban tratando la eucaristía como una fiesta profana, un tiempo para hablar, comer, beber, y estar borracho. Cada uno de los corintios querían su propia diversión, no el bien de la comunidad cristiana. Pero si, toda la comunidad de los corintios era el verdadero cuerpo y sangre de Cristo.

Es la misma cosa para nosotros.  Cuando nos congregamos para la celebración del cuerpo y la sangre de Cristo en cada eucaristía, nosotros, que somos el cuerpo de Cristo, debemos vernos mismos y a los demás, en el pan y en el vino de la misa. Nosotros, que somos el cuerpo de Cristo verdaderamente, recibimos el cuerpo de Cristo y nos hacemos más el cuerpo de Cristo.

Nosotros, el cuerpo de Cristo, nos congregamos al celebrar el cuerpo y la sangre, que somos nosotros, y que es también debajo las formas del pan y del vino.

En la misa hay dos preguntas en cada Plegaria Eucarística: (1) que estes dones [de pan y de vino] sean Cuerpo y Sangre de Jesucristo; y (2) y “para que fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu” en las palabras de la Plegaria Eucarística III.

Todo este es decir que la celebración del Cuerpo y la Sangre de Cristo es celebración de nosotros como el cuerpo de Cristo. Recibimos dignamente el pan y el cáliz cuando nos reconocimos a nosotros y a los demás como el cuerpo de Cristo.  No podemos recibir la Eucaristía dignamente sólo, aparte de los demás.  Nosotros, que somos el cuerpo de Cristo, recibimos el cuerpo de Cristo y nos hacemos más el cuerpo y la sangre de Cristo.