Por favor, lean este pasaje antes de la homilía.
Hermanas y Hermanos,
Esta fiesta solía llamarse el Cuerpo de Cristo (Corpus Christi). La fiesta de la Sangre de Cristo era el primer de julio. En aquellos días la gente no se comunicaba con el cáliz y prefiriera mirar al Cuerpo de Cristo en lugar de recibirlo en la comunión de la misa. Hoy en día, el énfasis está en comer y beber el cuerpo y la sangre de Cristo. Ahora entendemos que el Señor quiere que “Tomemos y comamos” y “tomemos y bebamos”.
Las lecturas de hoy habla de la sangre de la alianza. Dios ha hecho una alianza con nosotros y la ha sellado con su sangre. Si Dios rompiera su alianza, moriría. Dios ratificó su alianza con su propia sangre como el sello de la alianza. En esta alianza Dios comparte con nosotros su propia sangre. “Tomen y beban, esta es la sangre de la alianza para ustedes.”
La alianza es que Dios quiere estar, y está, con nosotros, y que nosotros estamos con Dios. Dios compartió su vida con nosotros y nosotros compartimos nuestra vida con Dios. La alianza en la sangre de Cristo significa que la vida de Dios ha divinizado nuestras vidas y que nuestras vidas han humanizado la vida de Dios. Jesús es a l vez Dios y hombre. Dios en el cielo ha compartido nuestras vidas en la tierra y nosotros en la tierra compartimos la vida de Dios en el cielo. La sangre de la alianza une a Dios en el cielo con nosotros en la tierra y nos une en la tierra con Dios en el cielo.
Este es lo que significa la Pascua. Dios ha pasado a nosotros y nosotros hemos pasado a Dios. La sangre de la alianza ha unido el cielo y la tierra.
En esta Pascua, nuestro tiempo se convierte en la intemporalidad de Dios y l atemporalidad de Dios asume las dimensiones humanas de nuestro tiempo. Dios nos llama a la alianza de Dios porque Dios quiere compartir su alianza con nosotros. Estamos aquí no porque hayamos decidido venir sino porque Dios nos ha invitado a venir.