El 2 de mayo, el quinto domingo de Pascua1 Juan 3,18-24: Homilía

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 (Por favor lean este pasaje antes)

Mis hermanos y hermanas,

Nadie quiere ser pobre, pero muchos quieren ser ricos.  Los ricos pueden dar parte de su riqueza para ayudar a los pobres, pero los pobres no pueden quitarse de su pobreza para ayudar a los ricos.  Los religiosos hacen los votos de pobreza, castidad y obediencia; no los votos de riqueza, castidad y obediencia.

Los pobres probablemente sufren más de la falta de amor propio que los ricos.  Los pobres probablemente no pueden lograr sus objetos de vida pero si, los ricos pueden.  Los pobres probablemente piensan que son pecadores mucho más que los ricos, pero los ricos tienen muchas más oportunidades a pecar.

El evangelio del mundo es que los ricos son benditos y los pobres condenados.  El evangelio de este mundo ve la riqueza como signo de la bendición de Dios.

Pero si, el evangelio verdadero de Dios es que su Hijo encarnó y en el seno de la Virgen se hizo carne en la pobreza de la familia humana.  El evangelio verdadero de Dios bendice a los pobres, los que dependen a Dios, no a los ricos que tienen una propensión a depender a sí mismo.

Las palabras de San Juan confirman este.  “En este conoceremos que somos de la verdad y delante de  Dios tranquilaremos nuestra conciencia de cualquier cosa que ella nos reprochare porque Dios es más grande de nuestra conciencia y todo lo conoce.”  La confianza de los pobres en Dios es total.

Mis hermanos, Ustedes son pobres en los ojos de unos ricos que quieren opresarlos.  Los ricos tienen ventaja sobre los pobres.  Los pobres usualmente pagan más muchos dineros en impuestos que los ricos.  Las leyes de la nación con frecuencia favorecen los ricos.  Cuando los pobres aportan más dineros que los ricos, los ricos tienen una propensión a decir que la economía es muy buena.  Cuando los ricos pagan más impuestos que los pobres, los ricos tienen una propensión a llorar y decir que la economía está mal.

De los conquistadores hasta hoy, los ricos tienen una propensión a despreciar a los pobres a causa de su pobreza.  Los pobres, pero, tienen la dignidad de ser hijos de Dios, porque Dios es más grande de la conciencia de los pobres y todo lo conoce.  Los pobres con seguridad pueden confiar a Dios porque Dios los ha llamado a ser sus hijos y buenos miembros de su reino.  Los pobres no necesitan ser despreciados por su pobreza porque son ricos en la confianza de Dios.