Por favor, lean este pasaje antes.
Mis hermanas y hermanos,
La mujer cananea era natural de los cananeos anteriores que vivían en Israel antes de los israelitas. Vivía cerca de Tiro y Sidón, que hoy es el territorio del Líbano. Una otra cananea, que se llamaba Rajab, en el tiempo de Josué, recibió a los exploradores a Jericó.
Rajab era prostituta o trabajadora sexual. Ella salvó la vida de los exploradores y también la de su familia. La mujer cananea del evangelio de hoy quería que su hija se sanara de su enfermedad por Jesús. Rajab recibió a los espías; la cananea del evangelio recibió a Jesús. Rajab protegía a su familia; la cananea del evangelio quería la curación de su hija. Rajab recibió los exploradores, pero la otra recibió a Jesús cuando se retiro a la comarca de Tiro y Sidón.
¿Cuánto malos eran los cananeos de Tiro y Sidón? Eran más buenos que los israelitas de Corozaín, Betsaida y Cafarnaún donde Jesús había hechos sus muchas maravillas (Cf Mateo 11,20-24).
Como el buen samaritano, la mujer cananea era persona heroica en el evangelio para nosotros. La conversación de Jesús con ella y su fe y su humildad cuando Jesús la había desafiado nos desafían a cambiar nuestras actitudes hacia los quienes etiquetamos negativamente o a quienes menospreciamos.
Algunos de ustedes o sus antepasados vinieron a los Estados Unidos, por un viaje peligroso o por alguna otra causa probablemente de un lugar peligroso. Así como Jesús se retiró de Israel, así como tantos emigrantes dejaron su casa, igual como Jesús hizo relaciones nuevas en un lugar extranjero, por lo tanto espero que los emigrantes encuentren entendimiento y amistades en sus lugares nuevos.
Los discípulos de Jesús querían que Jesús despidiera a la mujer, como ellos querían que Jesús despidiera a los cinco mil hombres pero si Jesús multiplicaba los panes y los nutría. La multiplicación de los panes y la curación de la niña se concentra en el pan, el pan para los cinco mil y el pan de la mesa de su amo. Jesús más quiere nutrir a los que vienen hacia Jesús que nosotros queremos compartir nuestra comida y nuestra vida con los demás.
Si somos naturales donde vivimos o no, hay pueblos en nuestra vida como la mujer cananea que quieren o necesitan nuestra atención. Los pequeños hermanos quieran estar con los mejores. Los mendigos y los sin hogar esperan que nosotros los veamos. Otros quieren nuestro tiempo, aunque no queramos darlo. Ellos son los que Jesús quiere que nosotros recibamos en su nombre.