El 20 de octubre 2024 Marcos 10, 35-45

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Por favor, lean este pasaje antes de la homilía.

Hermanas y Hermanos,

Ustedes saben que los jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños. “Los jefes de las naciones” son un código. Se refiere a los romanos.

Los romanos fueron el pueblo conquistador, el pueblo que colonizó al pueblo judío, gravándolos con impuestos y quitando sus libertades, crucificando a sus varones, maltratando a sus niños, gobernando como si fueran sus dueños y oprimiéndolos.  Los jefes romanos no eran gente tan agradable.

¿Cuál era la manera de Cristo?  Se entregó a los romanos dominantes, obedeciendo hasta la muerte, y hasta la muerte de la cruz.  Por su sumisión deshizo el poder de los jefes de las naciones.

“Los jefes de las naciones” son una palabra en clave por nuestros tiempos.  Representa a todos aquellos que abusan su poder sobre los demás.  Son los políticos que pisotean a los demás para ser elegidos, activando información privilegiada, haciendo leyes favorables a sus partidos.  Quieren tener supermayorias en sus cuerpos legislativos para superar los vetos.  Traen dineros de otras jurisdicciones para ganar elecciones.

“Los jefes de las naciones” son un código por nosotros mismos, cuando guardamos nuestros tesoros de otras personas, cuando negamos a dar limosna, cuando protegimos nuestro tiempo y vidas de aquellos que lo necesitan o exigen nuestra presencia.  Nosotros somos los jefes cuando rechazamos nuestro bautismo o la taza de nuestra sumisión al bien de los demás y negamos la vocación de ayudar a los demás.  Nosotros somos los jefes cuando damos la vida de los demás por nuestra redención.  Nosotros somos los jefes cuando queremos ser grandes sobre los demás o cuando queremos que los demás nos sírvan.

Jesús advirtió a Santiago y Juan, y también a los demás discípulos, que no imitaran a los jefes de las naciones, sino que fueran como si mismo, dándose por la redención de todos.