(Por favor lean este pasaje antes)
Mis hermanos y hermanas,
Hoy celebramos la solemnidad de Cristo Rey. Suyo es el tiempo y la eternidad por los siglos de los siglos. Ahora cuando celebramos el fin de este año litúrgico y esperamos el principio del tiempo de Adviento, reconocemos que Cristo es el principio y el fin de nuestras vidas.
Cristo resucitó como la primicia de todos los muertos. Por su resurrección Cristo nos ha dado la vida perpetua. En Adán todos morimos, pero en Cristo, todos tenemos vida eterna.
Cristo fue rey de los muertos pero si, por si resurrección, se hizo rey de los vivos. Es rey de los vivos y de los muertos. Es nuestro rey vivo y verdaderamente.
Cristo ha vencido la muerte y todos los demás enemigas de la vida. Él reina sobre todos los enemigos de la creación. En el fin de los siglos, Cristo se someterá al Padre y así Dios será todo en todas las cosas.
En principio, Cristo, el Hijo de Dios, se hizo hombre y se subordinó a la vida humana hasta la muerte. Entonces, resucitó de la muerte, venció la muerte y a todos las demás enemigas. En el fin de tiempo, Cristo, nuestro Rey, nos entregaré, juntos consigo, al Padre y Dios será todo en todas las cosas.
Este es proceso del principio a fin. En el bautismo, Cristo nos hace en suya forma. Entonces Cristo nos acepta en su vida. Entonces nos da consigo a su Padre. Toda la creación será en nosotros; y nosotros seremos en Cristo; y Cristo será en Dios; y Dios será en todas las cosas.
Si Cristo es nuestro rey, entonces nosotros vamos a entrar en la gloria de Dios Padre. Cristo es rey por su resurrección. Por el bautismo entramos y compartimos su resurrección. Ahora vive en nosotros la vida de Cristo. Si vive en nosotros la vida de Cristo, compartiremos en el reino con su Padre.
Ahora tenemos el principio de la vida de Cristo en nosotros. Si perseveramos en esta vida, tendremos la plenitud de esta vida en el reino de su Padre.