El 23 de octubre 2022 (2 Tesalonicenses 1:11-2:2)

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Por favor, lean este pasaje antes. 

Mis hermanas y hermanos,

Hoy y en los dos próximos domingos leeré de la segunda carta a los tesalonicenses.  La comunidad de estos cristianos tenía problemas de persecuciones y violencia de sus enemigos. Pablo dijo que oráramos siempre por ellos.

Dios había llamado a los tesalonicenses a sí mismo y Dios también podía llevar a efecto sus buenos propósitos.  Dios podía hacerlos dignos de la vocación a la que los había llamado.  En los problemas de los tesalonicenses, Pablo dijo que Dios siempre estuviera con ellos.

Dios nos hizo.  Dios nos llamó y nos hizo dignos de la vocación a la que nos ha llamado.  Nuestra vocación es segura por la fidelidad de Dios.  No podemos perder esta vocación que Dios nos ha dado.

Los tesalonicenses se preocupaban por la persecución de los paganos.  Ellos también preocupaban por la muerte de sus familias y los otros cristianos que murieron antes de le segunda venida de Cristo en su gloria.

¿Cuándo llegará el día del Señor?  ¿Es este día inminente?  Si, es inminente como invierno es cerca de nosotros, o como el día sigue la noche.  Después de la resurrección de Cristo, el día de Dios es inminente como mañana es inminente a hoy, y un día en la casa de Dios es como mil años para Dios.

Nosotros nos preocupamos por la fuerza de las tempestades del clima y los efectos de las guerras en el mundo.  Oremos que Dios bendiga a nosotros en los desafíos de nuestros días.

Nuestro futuro está con nuestro Dios, segura en el amor y la fortaleza de Dios.  No necesitamos temer.  La fuerza y la sabiduría de Dios gobiernan la inminencia del día del Señor y la venida del día del Señor.

El día del Señor es día de gloria, el día de gozo, el día de jubilación porque el Señor llegará a su pueblo para salvarnos y reunirnos con su Padre con el Espíritu Santo.  No necesitamos temer, pero debemos gustarnos por la redención de Cristo.

  Dios llegará para salvarnos, para redimirnos, para llevarnos a la plenitud de su gloria.  Dios mandó a su Hijo sólo para salvarnos, y no necesitamos temer a Dios.