El 24 de julio 2022 (colosenses 2,12-14)

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Por favor, lean este pasaje antes.

Mis hermanas y hermanos,

Culpamos a Adán por nuestra muerte.  Él pecó y nos enseñó a pecar.  Por su pecado, necesitamos morir.  Heredamos el pecado y la muerte de Adán de algún modo u otro.  Nos reconocemos en Adán y también reconocemos a Adán en nosotros.  Por nuestro nacimiento en Adán pecamos con Adán.

Alabamos a Cristo por nuestra vida.  Él fue fiel y nos enseñó a ser fiel.  Por su fieldad, podemos ser fiel.  Heredamos la gracia y la paz de Cristo de algún modo u otro.  Podemos reconocernos en Cristo y también reconocemos a Cristo en nosotros.  Por nuestro renacimiento en Cristo vivimos con Cristo.

Ahora por nuestro bautismo en Cristo, nos cambiamos y somos en Cristo.  Con Cristo morimos y con Cristo resucitamos de los muertos, como dice San Pablo en esta lectura, “por el bautismo fuimos sepultado con Cristo y también resucitamos con él.”

El don de Adán es misterioso, el misterio del pecado y de la muerte.  Experimentamos este misterio físicamente en nuestra vida y muerte.  Como el don de Adán, así el don de Cristo es misterioso, y mejor que el don de Adán.  Experimentamos verdaderamente este don de Cristo aunque no físicamente, pero en la realdad y la verdad de los sacramentos.  Cristo fue sepultado y nosotros por el bautismo fuimos sepultado con él: compartimos la muerte de Cristo como compartimos la muerte de Adán.  Cristo fue resucitado y nosotros resucitamos por el bautismo fuimos sepultados con él: compartimos la resurrección de Cristo y el perdón de nuestros pecados como compartimos el pecado de Adán.  Por Adán, el pecado y la muerte; por Cristo, por otro lado, perdón y la vida nueva.

Vemos en nosotros claramente las obras de Adán.  Vemos menos perfectamente las obras de Cristo en nosotros.  Pero si, Cristo anuló las obras de Adán y restauró su vida eterna en nosotros.  Lo que vemos, no es verdaderamente verdadero.  Pero si, lo que no vemos, es perfectamente la realdad.

Ahora estamos con Cristo, y Dios nos dio una vida nueva con Cristo, perdonando todos nuestros pecados.No necesitamos culpar a Adán por nuestros pecados; necesitamos alabar a Dios por su Hijo, Jesucristo que nos asoció con su vida y su resurrección.  Por su vida Jesucristo nos enseñó a vivir rectamente.