el 26 de julio, el decimoséptimo domingo: Romanos 8,28-30: Homilia

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Por favor lean este pasaje primero.

Mis hermanos y hermanas,

San Pablo ha escrito, “Todo contribuye para bien de los que aman a Dios.”  Creo en esto, pero ¿cómo puedo explicarlo que hay mal en el mundo?

¿Por qué hay violencia y tempestades en el mundo?  ¿Por qué hay debilidades y discapacidades en el mundo?  ¿Por qué hay coronavirus en el mundo?

La violencia y las ofensas contra otras personas pueden mostrarnos que el perdón de estas ofensas es mucho mejor y más fuerte que las ofensas.

Las debilidades y las discapacidades pueden mostrarnos actos de caridad y la presencia de Dios en los que sufren y en los que cuidan a los que sufren.

El coronavirus, ¿qué puedo decir?  Les puedo decir que, todos los hombres hacemos una comunidad, todos somos uno.  Los chinos y los estadounidenses somos uno.  No hay diferencias entre unos y otros.  Podemos todos ayudarnos o matarnos, los unos a los otros.  Podemos todos sufrir, morir, alegrarnos, y vivir.  Podemos cada uno colaborar con los demás.

Podemos en la caridad de Dios, llevar tapabocas cuando estamos fuera de nuestra casa, ya que si no lo hacemos, podemos enfermarnos y hacer que otros muchos se enfermen por nuestra irresponsabilidad de no usar tapabocas uno no puede impedir que alguno caiga enfermo o nosotros mismos non enfermemos.

El coronavirus puede mostrarnos la caridad que une a los que están enfermos y los que cuidan a los enfermos.  Los enfermos, los médicos, las familias somos uno.  Unidos, podemos vivir; divididos, vamos a morir.  Este es el mensaje del coronavirus.

Para el coronavirus, no hay dos clases de hombres, amigos y enemigos.  Hay sólo una clase, las víctimas con las posibles víctimas.

En la misma manera, la caridad no tiene dos clases, pero si, una sólo, todos los hombres.

Así la florista poda la flores para produzca muchas flores, así como Dios nos poda con dificultades para podamos producir muchos más bienes.

De los que la caridad de Dios conduce, todo construye para bien.