Por favor, lean este pasaje antes.
Mis hermanas y hermanos,
Dios nos hizo para que seamos libres. Dios nos dio nuestra libertad para que podamos elegir hacer las buenas obras, no para que hagamos todas las cosas que queramos, pero todas las cosas que debemos hacer. No hay libertad para hacer cualquiera que queramos. La libertad es para que elijamos el bien. El elegir lo mal es violación de la libertad. Nuestra vocación es la libertad para que elijamos sólo el bien, no el mal. No debemos tomar nuestra libertad como pretexto para satisfacer nuestro egoísmo.
San Pablo quiere que vivamos de acuerdo con las exigencias del espíritu, no de acuerdo con las exigencias de nuestro desordenado egoísmo. Egoísmo es el elegir hacer lo que queremos, aunque sea mal. Este desorden está en contra del Espíritu de Dios.
Dios nos hizo para que seamos libres. El egoísmo no es libertad, pero si, es el yugo de esclavitud. El egoísmo hace todas las cosas por sí mismo, no por nuestra libertad. Somos libres, mis hermanas y mis hermanos, para que podamos servir los unos a los otros con amor. Cuando nos mordemos y devoramos mutuamente, nos destruimos. El fin del egoísmo es la muerte; la libertad que Dios nos dio en nuestra creación es para la vida eterna.
Todas las guerras, toda la violencia del mundo, todas nuestras disputas son de nuestro o de lo de los demás.
El mentir, el matar, el robar, el adulterar, el cometer adulterio, el aprovecharse de alguien, el engañar son formas de egoísmo y están en contra de la libertad que Dios nos dio.
Nosotros, que el Espíritu de Dios guía, no estamos bajo el egoísmo, pero si, tenemos la libertad de Dos.
Nuestra vocación y nuestra intención es para que gocemos la libertad de Dios, que en su misma libertad nos ha creado en su imagen y semejanza. Nuestra libertad refleja la libertad de Dios que comparte con toda su creación, los dones de su amor. Tenemos esta libertad para que podamos amar a los demás como Dios nos ama.