Por favor, lean este pasaje antes de la homilía.
Hermanas y Hermanos,
Hoy es la fiesta de la Santísima Trinidad. Hemos proclamado palabras del fin del evangelio según San Mateo. En este evangelio, el Señor Jesús comisionó a sus discípulos a ensenar y bautizar en el “nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.” Jesús también prometió estar con nosotros hasta el fin del mundo.
Al ordenar el bautismo, Jesús ordenó aquí que se hiciera nombrando a cada miembro de la Trinidad individualmente. En los demás relatos del bautismo cristiano en el Nuevo Testamento usan el bautismo en el nombre del Señor o alguna variante de esto.
Mateo no nos relató la ascensión de Jesús al cielo. Nos enfatizó que Jesús permanecería con nosotros hasta el fin del mundo.
Este es para nosotros el gran misterio. Jesús, que murió una vez por todas y ahora vive para siempre, ascendió al cielo y también permanece con nosotros en el mondo. Jesús siempre está en el cielo, pero está también con nosotros. Jesús es la cabeza y nosotros somos su cuerpo. Donde está la cabeza, también está su cuerpo, Donde está el cuerpo, también está la cabeza. Nosotros, el cuerpo de Jesús, estamos en el mundo, y por lo tanto, Jesús, nuestra cabeza está también en este mundo. Jesús, la cabeza del cuerpo, está en el cielo, y por lo tanto nosotros su cuerpo también estamos de alguna manera en el cielo con nuestra cabeza.
En cierto sentido, se proclamaron las últimas palabras del evangelio según San Mateo. Pero si, en otro sentido el evangelio no ha terminado; más bien se continúa en nosotros. Jesús permanece con nosotros hasta el fin del mundo.
Jesús está con nosotros como verdaderamente lo estuvo con los once. Al salir, Jesús va con nosotros. Nosotros en el mundo somos uno con él en el cielo, y Jesús en el cielo es uno con nosotros también en el mundo. El cielo y la tierra están unidos en Jesús porque Jesús y nosotros estamos unidos incluso en la tierra,
Tal vez hemos enfatizado demasiado el pecado en nuestra vida cristiana. Si sólo vemos el pecado, entonces tenemos miedo de encontrarnos con Jesús. Sin embargo, si vemos que ya estamos con Jesús de alguna manera en el cielo y en el mundo, entonces podemos salir con alegría para enseñar a todas las naciones y hacer de todas naciones discípulos del Señor.