(Por favor lean este pasaje antes)
Mis hermanos y hermanas,
Los pobres saben dar generosamente dentro de su pobreza a sus invitados. Visitaba en México unas veces. Una vez cuando estaban en un pequeño poblado, admiraba las telas que una mujer habría tejido y que se vendía a 500 pesos y ella me regaló una, que era muy bonita. También, siempre los pobres de los poblados que visitábamos nos daban de comer lujosamente.
Le generosidad de estos pobres no necesitan temer la condena de Santiago. Los que tienen pobreza saben contribuir para ayudar a los demás pobres. Nosotros que tenemos riquezas sabemos usar las riquezas para ganar muchas más riquezas y nos hacemos más ricos.
¡Ay de los ricos porque sus riquezas se corromperán! Las polillas comen los vestidos que no se usan. Oro y plata que no se usan acaban obteniendo moho y oxidación. La cuantidad de nuestras cuentas bancarias es la cuantidad de nuestra condena.
Los ricos se hacen más ricos cuando los pobres se hacen más pobres por las acciones de los ricos. En los tiempos de Santiago, los empresarios pagaban a sus jornaleros cada día su salario para que pudieran comprar el pan por nutrir su familia cada día. El no pagar cada día era robar a jornalero y defraudarlos en su vida. Ahora nuestros jornaleros trabajan por una semana o por dos semanas o por un mes y reciben su salario cada semana o cada dos semana o cada mes. Los empresarios que no pagan salarios de subsistencia defraudan a sus jornaleros y trabadores y esta injusticia clama antes Dios contra estos ricos.
La justicia social fue muy importante para Santiago en su tiempo. La misma justicia social debe tener la misma importancia para nosotros en nuestro tiempo.
Todos los hombres y mujeres, los ricos y también los pobres, tienen el derecho de vivir en seguridad, con la comida y trabajo necesario, por ellos y sus familias.
Cada uno de nosotros debemos compartir todas las cosas que acumulamos para compartir lo que tenemos con los que más necesitan.
Muchas veces acumulamos nuestro tiempo, nuestro amor, nuestra fuerza, nuestras capacidades, nuestras oraciones, nuestras palabras, nuestra vida, nuestra voluntad, y nuestra persona y no nos las compartimos con los que tienen necesitad. ¡Ay de nosotros cuando no compartimos nuestras riquezas con los pobres!