Por favor, lean este pasaje antes.
Mis hermanas y hermanos,
Es Pentecostés. Este es el día del Espíritu Santo. Es también Pascua, el día de la resurrección y es el día cuando el Espíritu Santo viene.
Cincuenta días han pasado de cuando iniciamos la celebración de la resurrección. Esos cincuenta días son como si fuera una semana, una grande semana, cada semana como un día (la primera semana es como el domingo; la segunda es como el lunes y así todas las semanas). La Pascua y el Pentecostés son como dos lados de una moneda. Los dos son una misma, es decir la misma moneda.
Las puertas están cerradas donde se hallaban los discípulos. Evidentemente las puertas cerradas no fueron obstáculo para que Jesús no entrara ni que el Espíritu Santo no viniera.
Jesús les da al Espíritu Santo a sus discípulos para poder perdonar los pecados. Los discípulos pueden perdonar a los pecadores. Tú puedes perdonar pecados porque eres discípulo. Sabemos que los discípulos y la Iglesia somos uno mismo; si eres miembro de la Iglesia, eres/(puedes ser) uno de los que Cristo ha encargado para el perdón de los pecados.
No venimos de familias perfectas. Sufrimos por otros y hacemos que otros sufran. Pecamos contra otros y contra nosotros mismos. Necesitamos el perdón y necesitamos perdonar a los demás. Cuando recibimos perdón, el cuerpo de la Iglesia crece. Cuando perdonamos, hacemos que la Iglesia pueda crecer.
Los dones de la resurrección y del Espíritu Santo se dan para el bien de todos los pueblos y de todas las cosas. Todos recibimos el perdón y todos necesitamos perdonar. Recibimos el Espíritu Santo y necesitamos compartir a este Espíritu Santo.
La paz esté con ustedes. Reciban al Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.
Hoy es el día de la resurrección y el día del Espíritu Santo. Vivan en la vida del Señor, en el poder del Espíritu Santo.