(por favor lean este pasaje antes)
Mis hermanos y mis hermanas,
Hoy celebramos el primer domingo de Adviento. Todas las venidas que experimentamos nos van preparando y prometiendo la llegada majestuosa y última de nuestro Señor Jesucristo cuando llegue otra vez en su gloria.
Ya hemos ido creciendo y desbordando amor de unos a otros y a todos: que el Señor nos haga crecer y desbordar más amor de unos a otros y a todos.
Somos los elegidos de Dios: que seamos fuertes e irreprochables como consagrados en presencia de Dios, nuestro Padre.
San Pablo rezaba que los tesalonicenses continúen sus obras buenas para Dios. Sabía que iban a tener tiempos de persecución y pruebas por su fe en Cristo, y quería animarlos en su vida hasta cuando el Señor otra vez llegará.
El mensaje de San Pablo es ciertamente para nosotros. En las cuatro semanas hasta la fiesta de la Navidad, hay muchas preparaciones, desde el próximo viernes negro de compras hasta el viernes de la nochebuena.
Nosotros ya amamos a nuestras familiares y amigos y decimos que amamos a todos. Que el Señor nos haga crecer y desbordar de amor de unos a otros y a todos.
Dios nos eligió para su reino y nos llamó a su familia. Cuando Jesús se manifiesta en su gloria, que nos encuentre interiormente fuertes e irreprochables como consagrados en presencia de Dios, nuestro Padre.
San Pablo mucho amaba a los tesalonicenses. Ellos lo habían recibido alegremente cuando San Pablo les predicaban el evangelio y los tesalonicenses mantenían a San Pablo cuando él predicaba el evangelio en los demás lugares.
La Iglesia nos ama. Oremos que nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad crezcan hasta la perfección en el día de la llegada de Cristo.
Sufrimos muchos para nuestra fe y el amor de nuestra familia. Pero si, somos consagrados a Dios y a su Hijo, nuestro Señor. Que Dios perfeccione en nosotros lo que empezó en nosotros.