Por favor, lean este pasaje antes de la homilía.
Hermanas y Hermanos,
¿Quién está en el reino de Dios, y quién no está en el? ¿Quién es persona de la casa y quién es persona de afuera? El niño es el más grande. El que expulsa a los demonios furtivamente en el nombre de Jesús es una persona de la casa de Jesús como los que se inscribió en el grupo de Jesús. El que les da a beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo es también una persona de la casa de Jesús, no de afuera. Todos estos son personas de la casa de Jesús.
¿Qué decimos de los otros discípulos de Jesús? Parecen amenazados con las piedras de molino, los pies cortados y el fuego que no se apaga. Tal vez la dureza de castigo sirva como advertencia. No nos hacemos personas de la casa de Jesús porque hacemos milagros. Nos hacemos personas de la casa de Jesús cuando respectamos a los enfermos, a los torturados y a los necesitados.
Al otro lado, nos hacemos personas de afuera cuando no respectamos a los demás, y hacemos pecados contra los demás. Por las acciones, nos hacemos personas de afuera.
Dios no quiere que cortemos las manos y los pies. Somos el cuerpo de Cristo. Llevar a un cristiano a pecar es para nosotros cortar una parte del cuerpo de Cristo. Lo es doloroso y paralizante.
Dios quiere que nos respetemos a nosotros y a los demás. Debemos también respectar la naturaleza, la ecología del planeta y toda la creación. Esto es lo que las personas de la casa de Jesús hacemos.
En su evangelio, Juan quería restringir la calidad de miembro en el grupo de Jesús a los afiliados miembros, los que estaban con Jesús abierta y fielmente. Pero si, Jesús recibía a todos. Debemos hacer lo mismo para los ciudadanos, haitianos, los de la Tierra Santa, los de abajo nuestras fronteras del sur. Dios recibe a todos sin límites; ¿Por qué nosotros no recibimos los mismos como Dios?