(Por favor lean este pasaje antes)
Mis hermanos y hermanas,
“Por la misericordia de Dios, los exhorto a que se ofrezcan ustedes mismos como una ofrenda viva y agradable a Dios.”
La comunidad necesita ofrecerse a Dios. Todos los que formamos la comunidad necesitamos ofrecernos a Dios. En todo lo que hacemos necesitamos ofrecernos a Dios. Cada uno necesita ofrecerse a Dios por sus buenos trabajos.
Respirando, nos ofrecemos a Dios. Caminando, corriendo, haciendo, oyendo, viendo, durmiendo, comiendo, bebiendo, rezando, en la escuela, en el trabajo, en el descanso, cada uno de nosotros nos ofrecemos a Dios. Necesitamos ofrecer a Dios todo lo que somos y todos los que hacemos. Nada es nuestra: todo es de Dios.
Hay peligro, que lo que hacemos es para nosotros y no para Dios. Debemos hacer lo que hacemos para Dios no para nosotros mismos. San Pablo nos avisamos que no nos dejemos transformar por los criterios de este mundo. Necesitamos transformarnos internamente.
Así ahora tenemos una nueva manera de pensar y hacer. No estamos para nosotros pero si para Dios. Es como el Señor dice en el evangelio, que deberemos renunciar a nosotros mismos y tomar la cruz después de Jesús.
Nuestro trabajo para la familia, nuestro estudio, nuestro tiempo con la familia y los amigos, nuestra comida y bebida, nuestro descanso, nuestras amistades, nuestras relaciones, las ropas que llevamos: todos estos debemos hacerlo y utilizar para la gloria de Dios. Por todas esas cosas nos ofrecemos a Dios como una ofrenda viva y santa. En estas cosas consiste le verdadera felicidad.
Tenemos cuerpo porque sin cuerpo no podemos hacer nada. Por nuestro cuerpo podemos hacer todo lo que hacemos como una ofrenda agradable a Dios. Nuestro cuerpo nos significa a nosotros mismos. Nosotros mismos usamos el cuerpo para darle a Dios esta ofrenda agradable a Dios.