Por favor, lean este pasaje antes de la homilía.
Hermanas y Hermanos,
La mujer quería ser sanada de su aflicción. La hija del jefe de la sinagoga quería vivir. José Gonzalez quiere seguir a Cristo más profundamente. La mujer tocó el mantel de Jesús; la niña obedeció las palabras de Jesús; José oía la voz de San Francisco para aprender más profundamente como pudiera vivir como el Señor.
La fe de la mujer, la fe de los padres de la niña, y la fe de José se traen a Cristo. La voz del Señor cura a todos, pero, no en la misma manera: a la mujer después de doce años; de la niña después de su muerte; y a José después de veinte ochos meses de oración y formación.
¿Por qué quiere José ser franciscano? ¿Quiere ser curado como la mujer en el evangelio? ¿Quiere vivir como la niña del evangelio? Llegue a conocer que San Francisco es guía leal a Jesús. Por esa razón José estaba llamando a nuestra puerta.
¿Es eso sin pensarlo? No. Hace tres años José está queriendo ser franciscano. Aprendió ser franciscano, siguiendo a Cristo como San Francisco lo siguió. Si hemos recibido a José como declarado franciscano en nuestra vida como alguien permanentemente declarado, sin formación en nuestra vida y ejercicios, muchos daños le haríamos. No pudimos hacerlo una declaración perpetua antes de que aprendiera nuestras costumbres.
Por su formación, José llegó a conocer a San Francisco como su discípulo. A pesar de todas las faltas de cristianos, muchos hombres se hacen cristianos todos los años y también a pesar de las faltas de nosotros franciscanos, José quiere hacerse, como nosotros, franciscano.
Hoy José llama a nuestra puerta, toca nuestro manto y quiere oír la palabra de Cristo que destierren la muerte. Hoy contestamos a José, “No temas, Basta que tengas fe”.