El 30 de mayo, La santísima Trinidad; Romanos 1, 17-23: Homilía

posted in: Uncategorized | 0

(Por favor lean este pasaje antes)

Mis hermanos y hermanas,

Somos hijas e hijos de dios porque nos dejamos guiar por el Espíritu de Dios.  Recibimos el espíritu de libertad, no de esclavitud.  Tenemos el mismo Espíritu que Dios Padre tiene.

Yo tengo el mismo espíritu que mi papá y mi mamá tuvieron porque soy hijo de ellos.  Hablo como ellos; ando como ellos, hago como ellos.  Soy semejantes a ellos.

Cada uno de ustedes tiene el espíritu de su familia.  Comparten el espíritu de sus padres con sus hijos.

Los institutos inculcan en sus estudiantes el espíritu del instituto en sus miembros.  Entonces los estudiantes pueden animarse gritando, “¡A la Bio, a la Bao, a Bin, Bon, Ban, nuestra escuela, nuestra escuela, ra, ra, ra!”  ¡Cuánto espíritu!

Pero, tenemos el Espíritu de Dios; no tenemos el espíritu de una escuela.  El Espíritu nos guía y nos anima para que hagamos todo el que Dios nos quiere que hagamos.

Porque hemos recibido este Espíritu de Dios, podemos llamar “Padre” a Dios.  Somos hijos de Dios Padre; no somos esclavos o repudiados.  Somos miembros verdaderos y amados de la familia de Dios.

El Espíritu de Dios anima la Trinidad enérgicamente en su trabajo creador.  El Padre, el Hijo y Espíritu Santo enérgicamente interaccionan y cooperan entre sí en una comunidad de igualdad.  Él a nosotros, que son los hijos de Dios, atrae en la energía de Dios.  Tenemos, entonces, el poder de Dios para triunfar sobre todos los males de nuestra vida.

Somos miembros de Dios, miembros de la Santísima Trinidad, formados miembros por la obra de Dios Padre, de Dios Hijo y de Dios Espíritu Santo.

¿Es tu pecador?  La fuerza del Espíritu de Dios es más fuerte de todos los pecados del mundo.  Porque somos hijos, nosotros, tú, yo y los demás, podemos recibir el perdón de nuestros pecados.  Somos hijos y nuestra casa en con Dios en toda su gloria para siempre.