El 5 de diciembre: filipenses 1,4-6, 8-11: homilía

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(por favor lean este pasaje antes)

Mis hermanos y mis hermanas,

Hoy celebramos el segundo domingo de Adviento.  San Pablo escribió a los filipenses: “cada vez que me acuerdo de ustedes, le doy gracias a mi Dios.”  San Pablo amó a sus filipenses porque ellos han colaborado con él en la cause del evangelio.

Puedo dar gracias a Dios por ustedes.  Son mis colaboradores en el evangelio.  Por ejemplo, ustedes llevan a sus niños al sacramento del bautismo.  Ustedes los llevan a la misa cada domingo.  Ustedes los enseñan los cominos de Cristo, como ellos deben vivir con Cristo.

Ustedes papás son los primeros profesores de tus niños.  Esta responsabilidad es el cargo que Dios los ha dado porque son los papás de nuestros niños.  Cuando recen con sus niños, cuando hablen con ellos de Dios, cuando los corrijan, los enseñan los caminos de Dios, entonces, son colaboradores de la Iglesia en la obra de evangelizando en el mundo por Cristo.

El mensaje de San Pablo por nosotros este Adviento es que la Iglesia nos ama con al amor entrañable con que nos ama Cristo Jesús.   Que nuestro amor siga creciendo más y más y se traduzca en un mejor conocimiento y sensibilidad espiritual.

San Pablo y la Iglesia quieren edificarnos en los cimientos que Dios nos ha dado en nuestra creación y que Jesucristo ha redimido en nuestra redención.  Podemos escoger siempre lo mejor y llegar limpios e irreprochables al día en que Cristo Jesús nos llame para gloria y alabanza de Dios.

Como Jesús en el seno de su madre crecía a la madurez a su nacimiento, y como Jesús en su vida crecía de su infancia por su adolescencia a ser adulto, así nosotros debemos crecer más y más en nuestro amor a Dios porque nos Dios nos llamó a ser limpios y consagrados, irreprochables a día de la venida de Cristo.

Mis hermanas y mis hermanos, ya estamos limpios y somos niños de Dios por nuestro bautismo.  Como ustedes no pueden olvidar a sus niños y como pueden perdonar todas las culpas de estos niños, y como siempre pueden amar a sus niños, así Dios no puede olvidarnos, ya que sí, siempre nos perdona, siempre nos ama y siempre nos nutre para que nuestro amor y vida sigan creciendo a la perfección como los niños de Dios.

Hermanos, estamos llenos de los frutos de la justicia.  Que Dios nos crezca en este amor a Dios y en la alegría de todos los niños de Dios para la gloria y la alabanza de Dios.