Por favor, lean este pasaje antes de la homilía.
Hermanas y Hermanos,
“Como el Padre me ama, así los amo yo.”
Las madres y los padres, excepto en casos muy raros, siempre amarán a sus hijos. Es normal que los padres amen a sus hijos, pase lo que pase.
Sin embargo, es posible que los hijos pierdan el amor de sus padres. Los hijos que guardan los mandamientos de sus padres permanecen en al amor de sus padres; los que no guardan a sus padres no permanecen en su amor. El amor de los padres perdura como una alberca retiene el agua incluso después de los nadadores se han ido. Pero los hijos desobedientes no permanecen en al amor de sus padres.
Obedecer significa escuchar, tratar de oír, querer oír. Los hijos obedientes escuchan a sus padres. el Jesús obediente escucha al Padre. A través de esta escucha, Jesús permanece en el amor del Padre y los hijos obedientes permanecen en al amor de sus padres.
El amor de nuestros padres nos ha traído a nacer. Ellos eligieron tenernos; nosotros no nos elegimos. Recibimos de ellos. La relación que tenemos con Dios es similar. Dios nos eligió; no nos elegimos a nosotros mismos. Pertenecemos a Dios, y no a nosotros mismos. Dios nos ha escogido para nacer y dar fruto que permanece. Si obedecimos y escuchamos a Dios, daremos mucho fruto.Todo esto se resume en el mandato de Jesús que dice, “Les mando: que se amen los unos a los otros.” Dios y Jesús se aman. Por lo tanto, Jesús nos ama y se da a sí mismo para nosotros. Amamos a Jesús y por lo tanto amamos los unos a los otros. En este amor a dios, a nosotros mismos, y a los demás, permanecemos en el amor que Dios y Jesús tienen por nosotros.