El 6 de octubre 2024 Marcos 10,2-16

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Por favor, lean este pasaje antes de la homilía.

Hermanas y Hermanos,

Este pasaje sobre matrimonio se intercala entre dos casos sobre los niños.  Tal vez la mejor discusión sobre el matrimonio y el divorcio es considerar la interacción de Jesús con estos niños.

El libro de Deuteronomio (24,1) presupone la practica de divorcio.   El libro de Genesis enseña que Dios hizo que la mujer y el varón se unen por matrimonio.  Según el plan original de Dios, no hay divorcio.  Como fue en los días de Deuteronomio, así en nuestros días, hay divorcio muchas veces.  Más que de la mitad de los matrimonios de hoy en día terminan en divorcio.  A los seres humanos no nos va bien con nuestras relaciones de matrimonio, de amistades, de negocios, u otras relaciones personales.

Relaciones se desmoronan por muchas razones.  La falta de inmadurez, los embarazos sorprendidos que resultan en matrimonio, orgullo, egoísmo, la falta de continuar la toma y daca necesitada para la vida de esas relaciones.

Miremos a los niños. El niño en los días de Jesús era un cero, una persona que era un cero a la izquierda, visto y no escuchado, uno que debe excluirse de la vida diaria de la comunidad.

Sólo aquellos que se hacen ceros a la izquierda, como los niños se hacen los más grandes en el reino de los cielos.  Al entrar en el reino necesitamos hacernos ceros, como los niños pequeños.Para ser grandes en matrimonio o en cualquier otra relación, necesitamos ser ceros.  Esto no significa que necesitamos permitir que otros nos pasen por encima o que necesitamos ocultar nuestros egos en un lugar lejano cuando entramos en relaciones.  Las buenas relaciones no se basan en la inexistencia, sino en la subordinación de preferencias personales al bien de la comunidad formada por la relación.  En matrimonio y en todas nuestras relaciones, debe haber una danza amorosa de todo lo que produce generosidad, subordinación mutual, y armonía.  Es lo mismo para el individuo y para el país.  Haciéndonos ceros, nosotros y nuestra nación nos hacemos importantes, grandes en el reino de Dios.