El 7 de agosto 2022 (hebreos 11,1-2. 8-19)

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Por favor, lean este pasaje antes.

Mis hermanas y hermanos,

Hoy y en los demás domingos de agosto, vamos a leer de la carta a los hebreos.  El año pasado en octubre y noviembre leíamos de las dos partes anteriores de esta carta que discutían la grandeza de Jesús y del gran trabajo de su sacerdocio y sacrificio.  Este año leemos de la última tercera parte, la aplicación de esta enseñanza a nuestra vida.

La obra salvadora del sacrificio de nuestro sumo sacerdote Jesús es muy poderosa para salvarnos.  Nosotros que sufrimos en esta vida necesitamos tener nuestra fe en Jesús.  Confiamos en la sangre salvadora y bendita de Jesús.  Jesús es autor y consumador de nuestra fe.

El autor nos presenta muchos ejemplares de la fe incluyendo a: Abel, Noah, Moisés, y Abrahán y su esposa Sara.  Nuestra lectura concentra en Abraham y Sara.

La fe de Abraham es que caminaba con el Señor cuando no sabia a donde caminaba ni cuando estaba en el lugar del Señor.  Confiaba las promesas de Dios, que Dios podía cumplir sus promesas con un viejo hombre y su muy vieja esposa.

“La fe es la forma de poseer, ya ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven.”  Es también una relación entre personas, fundada por confianza.  El ejemplar de nuestra fe es Jesús mismo.  Por su fe en su Padre sostuvo su cruz y ejercitaba su sacerdocio, fiel a su Padre en todo.

Dios quiere relacionar con nosotros.  Por esa razón, mandó a su hijo a nosotros como nuestro sacerdote, uno semejante de nosotros en todo, excepto el pecado.  La muerte de este Hijo destruyó nuestra enemistad con Dios una vez y para siempre.  La resurrección del Hijo nos restauró a la amistad con Dios.

Como Abraham, como Sara, y como todos los santos de las Escrituras, caminamos por la fe, no por la vista.  Con Cristo, nuestro sacerdote, vivimos por la fe en quien viviremos siempre con nuestro autor y consumador de nuestra fe.