(Por favor lean este pasaje antes)
La carta a los hebreos discute el sacerdocio de Jesucristo, nuestro sumo sacerdote.
Cristo se ofreció una vez y para siempre. Entró en el santuario verdadero y no tuvo que ofrecerse una y otra vez a sí mismo en sacrificio.
Los romanos destruyeron el santuario de la alianza antigua hace muchos años. Los santuarios y los sacerdocios de las religiones antiguas se destruyeron y ahora ya no existen. Pero si, el sacerdocio de Cristo siempre existe porque Cristo siempre permanece el sumo sacerdote para nosotros y toda la gente del mundo.
Las manos de hombres hicieron estos santuarios antiguos que ahora yo no existen. La mano de Dios hizo el santuario en quien Cristo entró una vez y para siempre y que nunca será destruyó. Este santuario, hecho por Dios, es eterno en los cielos.
Cristo “se manifestó una sola vez, en el momento culminante de la historia para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.” Ahora, y para siempre, Cristo destruyó nuestros pecados. Estamos perdonado de nuestros pecados. No lo vemos esta destrucción, pero si, verdaderamente nuestros pecados están destruidos como los santuarios antiguos ahora yo no existen.
Sólo nuestro sumo sacerdote Cristo, y, con él, su santuario y su sacrificio permanecen. Este es un misterio. Lo que no vemos verdaderamente es. No vemos la gloria de Cristo, pero si, verdaderamente es en su gloria. No vemos la victoria de Cristo sobre la muerte y el pecado, pero si verdaderamente es esta victoria. No vemos Cristo en los sacramentos y el la vida de su Iglesia, pero si, este verdaderamente vive y está activamente trabajando en los sacramentos y en las obras de su Iglesia. No vemos la redención de nuestros pecados, pero si, verdaderamente Dios ha perdonado los pecados de una vez y para siempre.
Los sacerdocios y los sacerdotes antiguos desaparecieron y las ofrendas suyas eran inútiles para la destrucción de los pecados de su gente pero si el sacerdocio de nuestro sumo sacerdote y su ofrenda de una vez y para siempre han destruido nuestros pecados.
Cristo entró en el santuario eterno con la ofrenda de su sangre de una vez y para siempre. Nosotros, que somos sacerdotes con Cristo por nuestro bautismo, hemos entrada con él en esta verdadero santuario, ahora en uno misterio para nosotros; pero si, sin embargo, es una verdad.