Homilia para el 31 de mayo Lean por favor 1 corintios 12,3b-7,12-13

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Mis hermanos y hermanas,

“Nadie puede llamar a Jesús “Señor” si no es bajo la acción del Espíritu Santo.”  Es muy simple, pero tal vez pueda parecer muy complicado.  El Espíritu Santo es la vida del cuerpo de Jesús, pero el cuerpo de Jesús incluye a todos los que creen en él.  Los que no reconocen a los otros creyentes como al cuerpo de Cristo, los dicen a los demás, en efecto, “maldito seas Jesús”.

Hay muchos dones, muchos servicios, muchas actividades, pero no hay más que un Espíritu Santo.  El Espíritu Santo nos forma en el único cuerpo de Cristo.  Pero en este único cuerpo hay muchas partes, muchos dones, muchos servicios, muchas actividades.  Hay muchas partes, pero no hay más que uno cuerpo.  Estas partes existen para el bien de un todo, no existen para sí mismas.

Si queremos los grandes y resplandecientes dones, como hablantes lenguas diferentes o haciendo milagros, y si nos consideramos más importante que todo el cuerpo de Jesús: en esta actitud de superioridad, decimos “¡Maldita seas Jesús!” a sus miembros de su cuerpo.

No tenemos Jesús si no tenemos todos los demás con Jesús.  No tenemos Jesús si excluimos a alguien.  Necesitamos de todos los demás para tener a Cristo.  Debemos incluir a todos o no estaremos bajo la acción del Espíritu Santo.

La mano no es el cuerpo.  El corazón no es el cuerpo.  La cabeza no es el cuerpo.  Los pies, la piel, lo pelo no son todo el cuerpo.  Estos son sólo partes del cuerpo.  Necesitamos de las partes, pero, sin el cuerpo, las partes no importan.  Todas las partes del cuerpo son muy importantes para el cuerpo, no para sí mismas.

Es el mismo con el cuerpo de Jesús.  Hay muchas partes, pero un solo cuerpo, el de Jesús.  Cada parte tiene su función, pero todas contribuyen para formar un todo cuerpo de Jesús.  Si no hay contribución con todo el cuerpo de Cristo, o no hay la acción del Espíritu Santo.

Cada uno de nosotros tiene sus dones propios del Espíritu Santo, pero hay un Espíritu Santo que da a cada uno los dones especiales para el bien de todo el cuerpo y no para la gloria de cada uno de los miembros.

Es Pentecostés.  Hay un sólo cuerpo de Jesús y hay un solo Espíritu Santo.  Sobre la Iglesia aparecieron lenguas de fuego y los apóstoles pudieron hablar en muchas lenguajes de las maravillas obras del uno Dios.  Es Pentecostés y hay la unidad del cuerpo de Jesús bajo la acción del Espíritu Santo.